sábado, 26 de noviembre de 2011

"De lo perdido, de lo irremediablemente perdido, sólo deseo recuperar la disponibilidad cotidiana de mi escritura, líneas capaces de cogerme del pelo y levantarme cuando mi cuerpo ya no quiere aguantar más"
Roberto Bolaño

martes, 22 de noviembre de 2011

Heces

Por qué senda te perdiste,

Qué pie equivocado

Entre tanta tristeza de silencios,

Que mal dibuja la penumbra de esta lágrima.

Acaso no has visto como hombres

Disgustados por su pena

Abatidos entre espantos

Rompiéndose en sus sombras

Deshaciendo la única marea

Que elevándonos deja ya esa vida seca

Y vuelve al brillo de miradas.

Qué mal juego el contrabando

Que envenena las heridas

De esta máquina de egos

Cromosomas en desidia

De una senda trazada

Por símbolos marchitos

Que convierten, ciegos,

El alimento en un infierno.

martes, 1 de noviembre de 2011

Olvido y memoria

Una voz sentencia la dureza del lenguaje sobre una línea que narra el camino de lo vivido. El que narra camina con un universal fantasma sobre su cabeza. A cada paso lo vence, y de la mano lidia con una especie de sabor amargo o con la certeza de que le duele el cuerpo por una gran derrota. Y el mundo viene a mi a través de mis pasos.
Es una carta que se escribe desde dos tiempos; el ajeno que va sucediendo en instancias fuera de nuestro control y aquel que se instala dentro de los cuerpos. Es importante temporizar los accesos, las salidas de emergencia, el momento en que decides que no hay más un lugar para esa ilusión absurda, masticar las ausencias. No creo que sea importante acumular desempeños múltiples de manera arbitraria, todo de la manera más cómoda y sistemática, asignándole una hora precisa, un vestuario, los colores perfectos en el rostro. Es más bien todo lo contrario, borrarte como una inscripción de tiza en el pavimento mientras llueve, rehacer el cuadro o volver a la primera página del libro. Después de tanto desorden dejo de ser una veleta, me baño a una misma hora todos los días y saludo a mis padres una y otra vez, tantas veces como entre y salga de casa, leo volviendo al párrafo anterior y trato de explicarme con cautela y sin versos, sin remordimientos. A esta hora de mi vida el tiempo se divide como al comienzo de la carta, en dos relojes que marchan al compás de la necesidad de quienes andan fuera y dentro. Uno de ellos, se sostiene en unidades particulares que se suceden siempre y cuando la que antecede tenga un fin. No comprenderé si el pasado es tan solo una hipótesis hasta que termine de escribir ni tampoco dormiré hasta comprender ese pasado que ya no existe.

La resolución del ser

Si renunciar fuera difícil, renunciaría acaso a esa ósmosis de cataclismos que lo sume en una densidad insoportable. Pero se niega empecinado a la facilidad de abrir o cerrar los ojos, levantarse y salir al borde del camino, reinventar de golpe su cuerpo, la ruta, una noche de dos mil y nueve atardeceres, el socorro que llegará con faros y exclamaciones y una estela de polvo. Aprieta los dientes y se ofrece al vértigo, al andar de la babosa o la cascada por su cuerpo inmenso y confundido. Toda creación es un fracaso, vuelan las rocas por el espacio, animales innominados se derrumban y patalean patas arriba, la alegría del desorden aplasta y exalta y aniquila entre aullidos y mutaciones. ¿Qué debía quedar de todo eso? En cada gesto de cada día, ¿repetimos el caos irresuelto? En un tiempo de presente indefinidamente postergado, de culto necrofílico, de tendencia al hastío y al sueño sin ensueños la mera pesadilla que sigue a la ingestión del almuerzo, ¿buscamos la coexistencia del destino?, ¿pretendemos ser la libre carrera de la primera y última salida?

La crítica como soga al cuello

Y los niños salieron a combatir contra los hombres. Ahora ya no ven, ni oyen, ni huelen ni tocan, están salidos, partidos, desatados, enderezándose como un árbol abarca la pluralidad en un solo dolor que es el caos resolviéndose. El cristal que cuaja y se ordena, la tarde primordial en su tarde pionera.Qué puede hacerle ya el sigiloso desfile de las sombras, la creación renovada y deshecha que se alza en torno, la sucesión espantosa de abortos y caballos lanudos y tigres de colmillos como cuernos.Ellos, inmutables, testigos indiferentes de la revolución de cuerpos e iones, ojo posado como un cóndor de alas de montañas en la carrera de miradas y galaxias y plegamientos. Espectador de monstruos y diluvios, de escenas pastorales o incendios seculares, metamorfosis del magma, de la flotación indecisa de continentes, ballenas, catástrofes de piedra, y sin poder descansar ni un segundo ni saber con certeza si esa sensación de la mano izquierda es una edad glacial con todos sus estrépitos o nada más que una babosa que pasea de noche en busca de tibieza.

Tiempo de Aion

El mundo se detiene un instante antes de proseguir con su inquietante desenfreno, donde la paz es una mirada de angustia en un rostro de infancia contenida. Donde las cosas se desprenden de su significado para proseguir con la imagen que separa lo que somos de lo que seremos más tarde .No habría dos tiempos, así el clima como el asfalto, como el tren, en otro caso, tomar tus manos y sentir que el tiempo de nosotros es distinto, que no sucede. Lo que somos ahora, porque lo hemos vivido, masticando la extrañeza sin temor de lo acaecido. Las notas de un vaivén continuo hacia una nueva forma de colgarse sobre nuestra existencia. Las mascaras que nos pusimos sobre el tiempo que nos condujo hacia la inmensidad de una sucedánea historia que nos pertenecía.
Una mirada sincera sacará el polvo de debajo de la alfombra y podrá devolvernos la inocencia que se perdió cuando decidieron qué era lo mejor para nosotros sin consultarnos siquiera.